sábado, 13 de marzo de 2010

ALFARERIA Y ARTESANIAS

Alfarería
Alfarería

La población de Tonalá, Jalisco, goza de enorme prestigio alfarero desde los primeros años del periodo colonial; su fama, lejos de haber declinado con el correr del tiempo, continúa traspasando las fronteras nacionales.

Hoy día, un alto porcentaje de su producción de alta calidad tiene como principal destino a dos países de gran abolengo ceramista: Alemania y Japón, y parece conveniente aclarar que no estamos enviando "tortas a un banquete", sino que exportamos un banquete con sazón muy especial.

Vecina inmediata de Tonalá lo es también la población de Tlaquepaque, convertida en centro turístico obligado para quien visita la ciudad de Guadalajara y que sirve de inmenso escaparate a la cuantiosa producción artesanal del estado de Jalisco. Tlaquepaque ha sido la cuna de infinidad de artistas populares y de famosos ceramistas innovadores de las técnicas antiguas, cuya fina labor se ha traducido en novedosos y bellísimos objetos.

En cuanto a las formas y técnicas alfareras tradicionales, en ambas poblaciones se trabajan desde los tiempos más remotos cuatro tipos de decoración distintivos: la bruñida, de origen prehispánico; la denominada bandera, de color blanco sobre rojo; la bruñida policroma con aplicaciones de oro de hoja, que inició y tuvo su auge en el siglo XVII; y la llamada de petatillo, notable por su minuciosa elaboración. Estas decoraciones se aplican a una sorprendente variedad de objetos de diferentes tamaños y usos.

Si bien es cierto que la alfarería es la actividad artesanal más destacada de esta región, de ninguna manera es la única: hierro forjado, vidrio soplado, textiles de lana y de algodón tejidos tanto en telar de lanzadera o de pedal como en telar de cintura, y objetos trabajados en piel y en cuero, de una calidad insuperable -entre los que destacan los cinturones bordados con pita y los tradicionales arreos charros-, forman en conjunto un espectáculo irresistible aun para los más escépticos visitantes.

El Equipal
El Equipal
El equipal, a pesar de ser de origen náhuatl, fueron sus descendientes, los huicholes, quienes conservando por siglos su cultura, continuaron con la antigua tradición de la elaboración de equipales. La región huichola se asienta en el espinazo de la Sierra Madre Occidental. Carl Lumholtz en su visita a este pueblo, en el siglo XIX describió los equipales como: “Taburete con respaldo y brazos, el cual conforme al mito representa la flor de sotol, la planta secular de prominente carácter en la tradición de los huicholes, de la que extraen el aguardiente nativo”.

Hoy en día los equipales se fabrican, artesanalmente, en la región de Zacoalco, Jalisco, México a tan sólo unos 40 kilómetros de Guadalajara y se encuentran en venta en los mercados de esta ciudad.

La tradición del equipal viene de un pasado mítico, desde antes de que Hernán Cortés pisara tierra azteca, teniendo su origen quizá hace más de mil años y convirtiéndose en símbolo de este pasado, de la historia de un pueblo, de sus costumbres y de sus creencias.



Según la historia, los equipales eran considerados por las culturas prehispánicas como tronos…asientos dignos de los dioses debido a su importancia al ser símbolo de poder y testimonio de diferentes estatus sociales, pues estaban reservados para los alcaldes mayores, sacerdotes y caciques. Aparecen descritos a partir del códice mendocino como asientos bajos y planos, tejidos de carrizo con respaldos altos y sin pedestal, cuya posesión era privilegio de los señores.

El equipal ha ido evolucionando con el pasar del tiempo, en nuestros días éste forma parte del arte popular mexicano y clásicamente está hecho con materiales de la región de Zacoalco. Como costumbre, se utiliza el palo de rosa, palo dulce, carrizo planchado y tepoza. Este arte requiere de una habilidad especial, ya que todos los elementos están tallados con machete curvado o cazanga.

Tradicionalmente este oficio es aprendido por todos los integrantes de la familia, al padre le corresponde jimar las estacas, los hijos aplastan los carrizos hasta dejarlos como láminas con piedras de lajas y las mujeres cocen camotes para pegar las varas, mientras las niñas hacen lazos de ixtle para los amarres.


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